Lo primero que debemos de saber es que es el bautismo. Pues bien dicho sacramento es el fundamento de la existencia cristiana, la puerta de los sacramentos, el primero de todos.
Al recibir el bautismo obtenemos la vida cristiana.
Únicamente quien tiene esta vida nueva puede crecer en ella. Quién no ha recibido el bautismo, no puede ser admitido válidamente a los demás sacramento.
El bautismo igualmente nos incorpora a la familia de Dios Padre, por él entramos a formar parte de la Iglesia, la familia de Dios, del pueblo de sus hijos, disfrutando del gozo de tener a Dios padre.
Además el bautismo nos llena de Espíritu Santo, lo recibimos en nosotros. Es la luz que nos ilumina, la gracia que nos renueva, la fuerza que nos empuja a vivir el Evangelio y a amar a todas las personas.
Como bien sabemos, Cristo murió por nosotros, fue sepultado y resucitó glorioso al tercer día. Por lo tanto, descender al agua es un símbolo visible de que nuestra vida vieja está muerta.
El bautismo en agua es nuestra plena identificación con la muerte y la resurrección del Señor.
Creemos que es importante saber que la palabra bautizar en el griego implica la idea de: «poner o meter debajo de», entonces bautizar es poner o meter debajo del agua. La fórmula del bautismo es la ordenada por nuestro Señor Jesucristo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).
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